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La formación de perfiles neuroatípicos o neurodivergentes

Resumen

¿Y si hubiésemos tenido que acompañar a Poincaré, Newton o Zuckerberg en su aprendizaje? Pues nos habríamos enfrentado a un desafío tan atractivo como complejo. Estas figuras intelectuales forman parte de ese grupo que conocemos como «neuroatípicos» o «neurodivergentes», es decir, personas que se abren paso en nuestro mundo con un cerebro que funciona de manera diferente.

Pensar en los perfiles neuroatípicos o neurodivergentes es imprescindible para que una formación resulte atractiva y se adapte a todo el mundo. Desde la consideración de las particularidades de cada persona hasta la personalización del apoyo, he aquí algunos temas de reflexión…

¿Qué es una persona neuroatípica o neurodivergente?

En 1998, la psicóloga Judy Singer teorizó sobre el concepto de «neurodiversidad» al observar comportamientos extraños de su hija tanto en casa como en el colegio. Fue entonces cuando planteó la cuestión de una norma neurológica que divide a las personas en dos grupos:

  • el de los neurotípicos, quienes presentan un funcionamiento cerebral convencional, y
  • el de los neuroatípicos o neurodivergentes, cuyas características y esquemas de pensamiento pueden diferir de las normas establecidas, ya sea en términos de competencias sociales, percepción sensorial o, incluso, procesamiento de la información.

Esta distinción no pretende crear ningún tipo de segregación social, ni mucho menos, sino integrar la diferencia para ofrecer otro modelo distinto al regido por la norma. Todo ello para crear un entorno acogedor para cada persona.

Buenas noticias: después de veinticinco años, el debate se ha democratizado por fin. Gracias a un entorno más vigilante e informado, la neuroatipia o neurodivergencia puede detectarse desde una edad temprana, si bien es cierto que algunos diagnósticos siguen llegando tarde.

Los perfiles neuroatípicos o neurodivergentes son múltiples, entre ellos:

  • Trastornos del espectro autista (TEA), en especial, síndrome de Asperger.
  • Trastornos «dis»: dislexia, dispraxia, disfasia, disortografía, discalculia, etc.
  • TDAH: trastornos de déficit de atención con o sin hiperactividad.
  • Altos potenciales intelectuales (API) y altos potenciales emocionales (APE).
  • Personas hipersensibles.

Sea como fuere, las dificultades a las que se enfrentan las personas neuroatípicas o neurodivergentes no desaparecen en la edad adulta, con independencia de si se trata del entorno laboral o de una formación. Y es en ese momento cuando la labor de los formadores se vuelve crucial.

 

¿Por qué adaptar nuestra oferta de formación a las personas neuroatípicas o neurodivergentes?

En un momento en que la inclusión ha dejado de ser tabú, resulta fundamental tener en cuenta las características atípicas o divergentes para garantizar la igualdad de oportunidades, sobre todo en términos de aprendizaje y desarrollo profesional. 

Cuando no se toman en consideración, las características específicas de las personas neuroatípicas o neurodivergentes pueden implicar riesgos para su salud física y mental: depresión, desgaste profesional, ansiedad generalizada, etc. Para adaptarse al entorno (a veces asfixiante), muchas de estas personas intentan ocultar sus trastornos. Si optamos por una formación inclusiva, crearemos un entorno abierto y amable, al mismo tiempo que nos acercaremos al aprendizaje adaptativo.

Más que una adaptación, nuestra formación también puede constituir una auténtica alternativa para aquellas personas neuroatípicas o neurodivergentes que presentan signos de ansiedad social, sobre todo si esta se imparte en la modalidad de aprendizaje virtual. Gracias al aprendizaje a distancia, se acabaron los sentimientos de miedo e incomodidad. 

¿Cómo adaptar nuestra formación a los alumnos neuroatípicos o neurodivergentes?

Numerosas empresas empiezan a mostrar su compromiso en favor de la diversidad cognitiva. Un ejemplo de ello sería Orange y su programa Neuroteam, que ofrece apoyo a las personas neuroatípicas o neurodivergentes con un doble objetivo educativo e informativo. Una iniciativa que parece trasladable al mundo de la formación. Si, como su propio nombre indica, la neurodiversidad engloba múltiples perfiles, hay que empezar por normalizar el diálogo en torno a este tema. De este modo, los alumnos podrán informarnos de su diagnóstico. Veamos a continuación unos cuantos consejos metodológicos que pueden servirnos de ayuda.

Individualización de la formación

Ante la diversidad de perfiles neuroatípicos o neurodivergentes, es preciso personalizar la formación teniendo en cuenta los intereses, las competencias y el estilo de aprendizaje de los alumnos. Hay que ser flexibles y adaptar los métodos didácticos para responder a sus necesidades específicas. Por ejemplo, se recomienda adaptar la duración de las sesiones en función de la capacidad de concentración de la persona.

Comunicación clara y adaptada

En las interacciones con personas neuroatípicas o neurodivergentes, se recomienda usar un lenguaje claro, sencillo y perceptible. Debemos dar instrucciones precisas y tomarnos nuestro tiempo para averiguar si los alumnos perciben mejor el mundo a través de imágenes, palabras o patrones con el fin de variar el material didáctico. Debemos animarlos a preguntar, así como a expresar sus necesidades y sus inquietudes.

Pedagogía de lo concreto

Por norma general, los alumnos neuroatípicos o neurodivergentes sienten preferencia por lo concreto y evitan las actividades en equipo. Por eso, conviene dar preferencia a ciertas técnicas:

  • ejercicios prácticos;
  • estudios de caso;
  • formación a distancia y flexible en el tiempo;
  • simulaciones;
  • software interactivo,
  • aprendizaje por tareas.

Estructuración del entorno

Conviene crear un entorno de aprendizaje estructurado y previsible. Deben facilitarse rutinas y horarios claros en que figuren las actividades previstas y las transiciones entre ellas. Estas indicaciones aportarán tranquilidad a los alumnos y les permitirán concentrar toda su energía en el contenido de la formación. Sería una buena idea usar también indicaciones visuales —como pictogramas o tablas de tareas— para ayudar a organizar las actividades.

Seguimiento y evaluación

Debemos evaluar regularmente los progresos de nuestros alumnos neuroatípicos o neurodivergentes, así como identificar aquellas áreas en que necesitan más apoyo. Como expertos en formación, debemos prestar un acompañamiento personalizado para maximizar las posibilidades de éxito. También sería interesante que la formación estuviese disponible durante más tiempo del habitual a modo de recordatorio o confirmación.

Formar a adultos neuroatípicos o neurodivergentes es una aventura estimulante y enriquecedora. La adopción de un enfoque inclusivo, la adaptación de los métodos didácticos y la incentivación de la autonomía de los alumnos nos permitirán construir un mundo en que cada persona pueda sentirse realizada. Se trata de una labor formidable que todos los alumnos neuroatípicos o neurodivergentes nos agradecerán.

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